viernes, 14 de octubre de 2022

I´m back...

Desde que comencé a ir a terapia dejé de culparme ante cada “fracaso” o “rechazo” amoroso, dejé de pensar que el problema era yo, que quizás había algo malo en mi personalidad, en mi físico o en mi entorno.

 Fue casi mágico ir y conforme pasaban las semanas notar que en verdad yo no tenía nada de malo, comprendí que realmente el problema no era yo.

Sin embargo, por más sesiones que pasaron y siguen pasando, nunca entenderé por qué hoy en día la mayoría parece tener una especie de fobia al compromiso y el desinterés se volvió un gran atractivo.

Estar disponible para la persona que te atrae para algunos se volvió un exceso de interés, “bótate un poco” te recomiendan tus amigos. Responder mensajes una vez al día en una época en la que tenemos el móvil en la mano se volvió una costumbre escudada en el ritmo de vida agitado que llevamos todos. ¿Qué tanto tiempo puede tomar escribir buenos días y buenas noches? 

Salir con alguien, besarse, tomarlo de la mano, y tratarse como pareja sin serlo es normal para muchos y preguntar hacia dónde van con eso es algo mal visto. “Deja que fluya” te responden si es que simplemente no desaparecen o intentan hacerte pensar que todo es producto de tu imaginación.

Pareciera que entre menos compromiso y más incierto sea el vínculo más atractivo es para muchos, pero no para mi. Tuve tanto de esto durante 10 años, aprendí a dejar de culparme, pero aún no logro comprender esta extraña forma de relacionarse. 

Cansado de lo mismo, pensé que intentar salir con un “amigo” al que conozco hace 10 años y con el que siempre hubo cierta tensión sexual podía ser buena idea. 

Pensé que al conocernos tanto podría funcionar, pero no fue así, dicen que uno no termina de conocer a las personas y es cierto. Una tarde (luego de un cuestionamiento mío) me escribió para “cortar” el ser salientes. ¿Habrá algo más impersonal que querer “cortar” por un texto en whatsapp?.

Sabía que era imposible vernos en ese momento así que lo llamé para conversar y de hecho al colgar se suponía que ya todo estaba bien y solucionado, con lo que no conté fue con que él desaparecería más o menos 10 días después de esa conversación.

Desaparecer fue su forma de no afrontar el problema, de no poder realmente decir “hasta aquí nomás”, no le guardo rencor, pero sí quedé muy decepcionado de él y también desgastado. ¿Si así se portó alguien que me conoce hace tanto qué podría esperar de alguien que apenas conozco?

Soy la clase de chico que le gusta compartir su día a día con quien le atrae, el que mandará una foto o un audio contando lo que va haciendo, no responderé al minuto, pero me haré espacios durante el día para hablar porque la comunicación es importante para conocerse. 

Soy el que tiene conversaciones “incómodas” para saber hacia dónde vamos porque para mi lo incierto no es atractivo, soy el que prefiere hablar antes de simplemente desaparecer si algo le incomoda.

Pero también soy el que sabe cuándo irse, el que de tantas idas y venidas ya nota a gran distancia las red flags

Y en este punto te preguntarás ¿por qué escribes todo esto? Mi psicólogo me recomendó escribir como una forma de terapia y de desahogo, claro, no me dijo que lo ponga en un blog, aunque cuando se lo conté no le pareció una mala idea y es así como decidí publicar esta entrada.