Si alguien decía
tener mala suerte con el amor, quizás no había conocido a Arnie, a él le
ocurrían cosas que parecían salidas de la cabeza de un guionista de comedia
dramática. Lo habían lastimado tanto, pero tanto, y siempre en formas
diferentes, que algo dentro de él ya no estaba bien, tenía miedo a ser feliz.
Un tarde de verano, y después de algunos meses solo, conoció a alguien que por fin había llamado su atención. Johny, parecía ser
todo lo que Arnie siempre quiso y lo que a la vez no, él podía ser la persona
más dulce del mundo, y también la más cruda. Día a día, el sentimiento crecía,
durante las horas de clase y el viaje juntos a casa, y entre una que otra
salida.