En el reino de Cristal vivía la princesa Ariana. Este reino
se llamaba así, por una peculiar y triste razón, 1 de cada 10 de sus
habitantes, nace con el corazón diferente a los demás, un corazón tan delicado
como un cristal, el cual puede “romperse” si la persona guarda demasiada
tristeza y angustia en él. Las personas con el corazón de cristal, deben tener una vida feliz y libre de preocupaciones para así poder sobrevivir.
Ariana era una de esas personas que poseía el corazón de
cristal. Ella vivía en un castillo enorme, con un gran jardín, rodeada de naturaleza.
Desde pequeña, sus padres los reyes, le contaban cuentos sobre historias
románticas, de princesas y príncipes, sin embargo, a diferencia de otras niñas,
Ariana aparentaba no mostrar interés en el amor.
La princesa era distinta a sus amigas, ella no jugaba a que un príncipe
la rescataba en su caballo, ella jugaba a ser la heroína de sus historias.
Ariana decía tener todo lo que necesitaba, su castillo, sus padres, sus pequeñas
amigas y muchos juguetes, era feliz.
Los años fueron pasando, y la pequeña Ariana creció. Ante
sus ojos veía como una a una, sus amigas, iban comprometiéndose, casándose o
poniéndose de novia con algún chico salido de una buena familia.
Mientras tanto, sus padres cada día tenían menos tiempo para
ella debido a los problemas que venían presentándose en el reino. Los juguetes
ya no eran suficientes, sus amigas pasaban mucho tiempo con sus novios o
esposos y no podían salir como cuando eran niñas. Ariana empezaba a conocer lo
que era la soledad.
Es así como la princesa fue entendiendo que sí necesitaba
alguien a su lado, alguien a quien amar y cuidar, ella no quería ser solo una
princesa en apuros a quien venían a rescatar. Ella necesitaba sentir que podía
rescatar a alguien, quería convertirse en esa heroína a la que jugó ser cuando
era niña. Ariana quería sentir que alguien la necesitaba, quería proteger a
alguien, aliviar sus penas y cambiarlas por sonrisas, necesitaba poder compartir
su tiempo con alguien y así, vivir felices.
Ariana comenzó a buscar al chico de sus sueños, ella no
podía esperarlo en su balcón, ella necesitaba tomar la iniciativa y salir a la
aventura, aunque eso pudiera ser poco usual en una chica del reino.
La búsqueda no tenía éxito en los primeros meses, para
Ariana era difícil que un chico llame su atención, con el tiempo logró conocer
a un muchacho que vivía cerca al castillo, pero éste sólo le rompió el corazón
pasadas unas semanas de conocerse.
Ariana, quien se había enamorado, lloraba noches enteras y
ahora buscaba poder olvidar la imagen de aquel primer amor. Así pasaron más
dolorosas decepciones que comenzaban en ilusiones y que se transformaban en
pesadillas angustiantes, las cuales siempre tenían el mismo final, una princesa
sola en su habitación contemplando el cielo y preguntándose la razón de su mala
suerte.
Una noche, en una fiesta realizada en el castillo, sus
amigas decidieron presentarle a Ariana a un joven llamado Ernesto, quien vivía en
un reino vecino. Ariana y Ernesto bailaron toda la noche mientras sus amigas
los contemplaban. Ernesto parecía diferente a todos los demás muchachos que la
princesa había conocido, era maduro, independiente y ya pasaba los 25 años.
Las citas comenzaron, acompañadas de palabras dulces, cada
salida era aún mejor que la anterior, sin embargo, luego de unos meses Ernesto
se mostraba distante. Parecía ya no necesitar a Ariana, ni aparentaba tener
interés en verla y luego de unas semanas de silencio, decidió buscarla para
poner fin a lo pudo haber empezado. Luego de unos días, las amigas de Ariana
encontraron la razón de su repentino alejamiento, había era otra chica en su
vida, Ernesto estaba interesado en alguien más.
La princesa agradecía los esfuerzos de sus amigas por alejarla de la soledad, pero su
pena era muy profunda, no sólo era la desilusión por Ernesto, se estaba ahogando en recuerdos
de todo lo que había pasado antes de conocerlo a él y así, entre lágrimas y
sintiéndose sola, Ariana miró el cielo estrellado que tanto soñaba compartir
con alguien, cerró sus ojos por unos segundos y estos no volvieron a abrirse
nunca más ya que su corazón de cristal se había roto en mil pedazos.
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